05 December 2007

Nuestro pan de cada día

Soy de las que piensa que ninguna mujer está 100% conforme con su figura, con su cuerpo - rostro, cabello y look incluídos-, lo cual no quita que algunas se quejen menos que otras. Bien, yo no tengo pudor en decir que me considero una de ésas. Hay un montón de cosas que cambiaría en mí: mi barriga por panza chatita y sin rollos ni flotadores, unas tetas que se queden paraditas aún sin corpiño (sostén, para hacerles la lectura más fácil a otros), una cola libre de celulitis y de estrías, brazos y glúteos tonificados, rostro sin manchas y acné, un cabello dócil y que responda a cualquier forma que quiera darle, y ya que estamos, por qué no, los 20 cm. que a Dios se le olvidaron incluir en mi cocktail de genes.

En comparación a otras, mi lista puede resultar o exhaustivamente larga, o bastante corta, todo depende de que tanto nos querramos, o en su defecto, que tan conformistas seamos. A esta altura (151 cm) deseo aclarar que no vivo para cambiar esas cosas en mi cuerpo. Yo vivo para pasarla bien y tener algún que otro logro en mi vida. Me gustaría que cambien, no tener que cambiarlas. Sutil diferencia y sin embargo existe un abismo entre ambas posiciones. La diferencia está en la energía, tiempo, o en esta generación también el dinero, a invertir en realizar esos cambios. Personalmente, no tengo ni ganas ni la constancia para modelar mi cuerpo con ejercicio, tampoco el dinero para hacerme nueva, ni el tiempo como para dedicarlo enteramente a mi cuerpo, ya que a diferencia de otras profesiones, mi cuerpo no me trae un centavo.

Exactamente por eso decidí dejar de quedarme por mi cuerpo y apariencia: soy como soy, y como no hago nada por cambiarlo, tampoco tengo derecho a quejarme. Admiro a las que se pasan horas en el gimnasio. Yo disfruto ir al gimnasio, pero sólo cuando tengo ganas de hacerlo. Me cansé de sentir culpa y remordimiento después de una rica comida o de un delicioso postre. Me cansé de compararme con modelos por no haber nacido con el cuerpo de ellas. Me cansé de hablar con mis amigas sobre dietas e intercambiarlas. Me cansé de obligarme a ir al gimnasio sólo para tener el cuerpo que decidimos creer que necesitamos tener. Dejé todo eso para empezar a quererme como soy, con mis rollitos, bajita, aunque siguen habiendo cosas que no pienso dejar así: ya tengo turno para los 30 para operarme las lolas y aún estoy pensando cómo deshacerme de la celulitis.

Lo decisivo es que ya no sufro por todo eso, y ya no me importa si la de al lado está más buena que yo. Una sabia mujer dijo: la vida es bella o la bella es una. Las que me conocen saben de qué sabia mujer estoy hablando. ¿Qué puedo decir? Tiene razón... nos obligamos a vernos bien sin disfrutar un poco esas pequeñas delicias de la vida... (reconozco que algunas no tan pequeñas). Claro que no hay nada de malo en decidir ser una la bella... o combinar ambas cosas en un sano equilibrio. Siempre y cuando, tomemos esa decisión por nosotras mismas, y no por vernos como pensamos que otros quieren que nos veamos.